«Una de las grandes moralejas de este estudio es que los investigadores informan sobre el tono muscular y el sistema visual, cosas que no son lo que uno observaría, o esperaría como precursores del autismo», planteó la dra Landa (directora del Centro de Autismo y Trastornos Relacionados del Instituto Kennedy Krieger en Baltimore) «Ahora pensamos que las señales principales de autismo en un bebé no serán los factores obvios conocidos como la expresión facial y el contacto visual»
MARTES, 3 de agosto (HealthDay News/HolaDoctor) — Las señales de autismo podrían presentarse en bebés de hasta un mes de edad, según muestra un estudio reciente.
Pero dichas señales no son las alarmas usuales, como la falta de contacto visual o sonrisas, anotaron los investigadores.
En vez de esto, encontraron que los bebés que necesitaban cuidados intensivos neonatales y luego se les diagnosticó un trastorno del espectro autista eran más propensos a presentar un tono muscular anormal en los brazos y diferencias en su procesamiento visual que los bebés que se desarrollaron de forma normal tras el tiempo que pasaron en la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN).
Las diferencias, que eran sutiles y probablemente algo que los padres no captarían con facilidad, fueron detectadas por expertos entrenados que observaron a los bebés de cerca, señaló el coautor del estudio, Ira Cohen, catedrático del departamento de psicología del Instituto de Investigación Básica sobre Discapacidades del Desarrollo del Estado de Nueva York.
Aún así, «cualquier padre preocupado sobre el desarrollo de su hijo debe pedir que lo evalúen», aconsejó Cohen.
El autismo es un trastorno del desarrollo neural que se caracteriza por problemas con la interacción social, la comunicación verbal y no verbal, e intereses y conductas restringidas.
Si los hallazgos del estudio son confirmados por investigaciones futuras, podrían llevar a una identificación y tratamiento más tempranos para los niños autistas, aseguran los expertos.
Para el estudio, que aparece en la edición de septiembre de la revista Pediatrics, los investigadores identificaron a 28 bebés que estuvieron en la UCIN y a los que luego se les diagnosticó un trastorno del espectro autista. Los compararon con 112 bebés del mismo sexo y edad gestacional que no tenían autismo.
La conducta y el desarrollo de los niños se evaluó al mes de edad, a los cuatro meses, y de forma periódica hasta los dos años.
Al mes de edad, los bebés que luego seles diagnosticó autismo eran más propensos a mostrar «anomalías neuroconductuales persistentes» tras ser dados de alta del hospital, en comparación con los demás bebés. Alrededor del 40 por ciento de los bebés que luego se les diagnosticó autismo mostraron anomalías en la forme en que rastreaban visualmente objetos, en comparación con el 10.5 por ciento de los bebés que no recibieron tal diagnóstico.
Más de la mitad de los bebés que luego se les diagnosticó autismo tenían un tono anormal en los brazos, o demasiado flojo o demasiado rígido, en comparación con 22 por ciento de los bebés que se desarrollaron con normalidad.
A los cuatro meses, los bebés que luego se les diagnosticó autismo preferían mayores cantidades de estimulación visual que los demás bebés de su edad. Para evaluarlo, los investigadores mostraron a los bebés destellos de luz a distintas velocidades. A los niños se les dio la opción de ver un monitor con luces que estimulaban la visión más o menos.
Los investigadores determinaron la preferencia al medir cuánto tiempo miraba el bebé cada monitor.
«Encaja anecdóticamente con lo que observamos luego», aseguró Cohen. «A los niños autistas les gusta ver cosas que se mueven frente a sus ojos, como manos que se agitan, o seguir contornos».
Entre los siete y diez meses, los bebés luego se les diagnosticó autismo también mostraron un declive en sus habilidades de pensamiento y motrices, tal vez como consecuencia de las señales sensoriales y motrices muy tempranas. Para alrededor de los trece meses, el desarrollo de los niños autistas comenzó a diferenciarse marcadamente de los que no sufrían la afección, según el estudio.
«El motivo de intentar identificar a estos niños antes es que se puede comenzar la intervención más temprano, y los datos indican que mientras más pronto se inicie la intervención, mejor le va a los niños», aseguró Cohen.
Los autores escribieron que la intervención para los dos años de edad ofrece el mejor resultado.
Los investigadores enfatizaron que esta investigación se llevó a cabo con bebés de la UCIN. Se necesita más investigación para confirmar si los bebés nacidos a término y saludables que luego se les diagnosticó autismo muestran tipos similares de anomalías desde temprano, señaló Cohen.
Cálculos recientes apuntan a que el número de niños de EE. UU. que tienen el trastorno es de uno por cada 110, una cifra que ha aumentado de manera constante desde los 80, según la información de respaldo del estudio.
Investigaciones anteriores han encontrado que los niños nacidos prematuramente o con bajo peso son más propensos a desarrollar autismo, aunque la mayoría de niños autistas no son prematuros, comentó la Dra. Rebecca Landa, directora del Centro de Autismo y Trastornos Relacionados del Instituto Kennedy Krieger en Baltimore.
Landa dijo que los profesionales médicos que cuidan a bebés que han pasado por la UCIN (unidad de cuidados intensivos neonatales) deben prestar más atención a las anomalías del tono muscular.
«Una de las grandes moralejas de este estudio es que los investigadores informan sobre el tono muscular y el sistema visual, cosas que no son lo que uno observaría, o esperaría como precursores del autismo», planteó Landa. «Ahora pensamos que las señales principales de autismo en un bebé no serán los factores obvios conocidos como la expresión facial y el contacto visual».
Más información
El Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidente Cerebrovascular de EE. UU.
ofrece más información sobre el autismo.
http://www.ninds.nih.gov/disorders/autism/detail_autism.htm
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor
(Fuentes originales: Ira Cohen, Ph.D, chair, psychology department, New York State Institute for Basic Research in Developmental Disabilities, Staten Island, N.Y.; Rebecca Landa, Ph.D, director, Center for Autism & Related Disorders, Kennedy Krieger Institute, Baltimore; September 2010 Pediatrics)
Leído en:
http://www.healthfinder.gov/news/printnewsstory.aspx?docID=641847